El camino que ya he recorrido

El 23 de enero de 2018 la mujer que yo era murió con la noticia de la muerte de mi hijo. En ese instante, todos los sueños, los planes, los logros conseguidos, absolutamente todo, se marchó con él. Y ese día comenzó un camino de reconstrucción que me está transformando en la persona que voy siendo ahora, otra distinta a la que una vez fui.

Con Uriel murió esa parte de mí inocente que me hacía tan feliz. Sin tanto miedo, sin tantas marcas en el alma. Ahora sé cuánto puede doler la vida, así que ya no conservo esa forma inocente de mirarla.

La lista de herramientas que perdí es muy larga, a pesar de que proyecto una imagen de mujer fuerte y segura. Lo soy, porque a pesar de la caída me levanto, por mucho que me duela. Pero las limitaciones con las que convivo a causa del estrés post traumático* a veces me hacen sentir pequeña, y otras muy grande, porque miro hacia atrás y el salto al vacío lo contemplo enorme.

Así que mejor voy a hablar de algunos de mis avances en este tiempo, porque creo que es mejor mirar la vida desde el prisma del agradecimiento. No voy a contar lo que era que ya no soy. Voy a hablar de lo que soy ahora, después de haber sido una versión mini de mí misma.

Hace poco le dije a una amiga que solo quien lo ha conseguido sabe lo que le ha costado, así que ahora me felicito cuando no me bajo de un vagón de metro abarrotado en plena hora punta a pesar de la claustrofobia que me produce. Me siento orgullosa cuando soy capaz de ir de vacaciones a un lugar alejado de un hospital, por la ansiedad que me provoca esa sensación de inseguridad desde que la muerte se hizo presente en mi vida de la forma más abrupta. Me felicito y doy las gracias porque he conseguido volver a cuidar de mis sobrinos sin el terror que me aplastaba el pecho pensando que les podría pasar algo estando conmigo. La culpa que me machacó un tiempo por haber perdido a Uriel estando dentro de mí tenía los tentáculos muy largos…

También he vuelto a una sala de cine o de teatro sin la constante sensación de querer salir corriendo. Y también he acudido al mismo hospital donde nació mi hijo sin desmayarme. He logrado ver los videos de Uriel en movimiento, en la eco 4D y en mi tripa desde fuera, cuando al principio era incapaz.

Sigo viviendo sola, me voy a la cama sola y me despierto sola, sin que el miedo me atraviese la garganta. He logrado disfrutar de nuevo de mis momentos de soledad, aunque a veces me cueste respirar si buceo demasiado rato dentro de mis pensamientos.

Estoy consiguiendo que me sea menos doloroso ver a otras mujeres embarazadas con la misma ilusión que sentía yo. En ese sentido estoy un poco menos enfadada con la vida. También puedo soportar un dolor de cabeza sin volverme loca pensando que ahora me voy a morir yo… O puedo no tener noticias de alguien que quiero sin perder la razón creyendo que le ha pasado algo grave. Esto es lo que más me ha atormentado este año y medio. Y cómo se sufre…

Somos un puñado de sensaciones y experiencias y lo que vivimos nos cambia, eso es así.

Es importante poner el foco en los pasos hacia adelante que vamos dando, mirando hacia atrás sólo para echar un vistazo al camino que ya hemos recorrido. Por eso, cuídate y valora tú tus avances y tus salidas del agujero. Posiblemente, desde fuera nadie sepa como tú lo que te ha costado batallar con tu miedo y tus limitaciones.

 

 

*”El trastorno por estrés postraumático (también conocido como TEPT) es un trastorno que algunas personas presentan después de haber vivido o presenciado un acontecimiento impactante, terrorífico o peligroso.

Este temor provoca muchos cambios en el cuerpo en fracciones de segundo para responder a un peligro y para ayudar a evitar un peligro en el futuro. Es una respuesta de “lucha o huida”. Las personas con este trastorno pueden sentirse estresadas o asustadas, incluso cuando ya no están en peligro” (National Institute of Mental Health)

24 Comentarios

  • PAULINA FERNÁNDEZ

    Mi pequeña hija fallecio a las 38 semanas, producto de una preeclamsia, Ella era mi primera hija. Y al igual como relata, desde ese momento siento un miedo enorme que le pase algo a mi pareja o alguien de mi familia, e incluso sobre mi misma, aquel día en el parto me sentí muy mal con fiebre, escalofríos y sensación de desvanecimiento, pensé que moriría junto a mi hija, y pese al dolor de la pérdida yo quería vivir para tratar de remediar el dolor que había causado en mi pareja y en mi familia, claramente dejandome llevar por una culpa, que nadie me cargó. Hoy la culpa ha ido disminuyendo, pero aún hay dias que siento mi cuerpo frágil como si algo en mi fallará, lo que siento que es producto de haber tenido un embarazo totalmente normal y que de un instante a otro mi bebé muriera, por una enfermedad mia, haciendome sentir que físicamente fallé.
    Se que será un largo proceso de sanación, pero he ido paso a paso externalizando mis culpas y miedos, para que dejen de ser una gran mochila y para que vayan sanando. Un gran abrazo. Saludos

    • Virginia del Río

      Hola Paulina. Es un proceso largo como bien dices. Yo añadiría además que es oscuro… Pero sufrimos una transformación donde lo único que no cambia es el amor que sentimos por nuestros hijos, que crece y crece. Te mando un abrazo grande y mucha fuerza.

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