Aprender a caminar de nuevo
Posiblemente, es la metáfora más acertada, la que mejor describe esta época, con la que me siento más identificada.
Aprender a ponerte de pie y, después, conseguir mantener el equilibrio. Tambaleándote, sintiéndote en la cuerda floja. Conseguirlo y, entonces, dar el paso. Y que ese paso sea más difícil que el primero que diste en tu vida, cuando lo fácil era gatear. También ahora quieres gatear. Agacharte, no tener que levantarte, pero lo piensas sabiendo que lo tienes que hacer.
Yo era una mujer con herramientas personales suficientes, conseguidas en su mayoría en mi etapa de adulta, a golpe de terapia, y lo había perdido todo. Me había preparado a conciencia para ser madre y ahora no tenía nada de lo que había aprendido. Me había construido para criar a mi hijo como una leona, con instinto animal, pero con inteligencia emocional, con valores, dejándole ser, inculcándole el respeto hacia sí mismo y hacia los demás. Posicionándome a su lado, siendo firme pero amorosa, dulce, cariñosa. Tenía toneladas de amor para él, y eso lo conservo, aunque no le pueda ver. Uriel se quedó conmigo, en mi corazón, para siempre. Hablo de él continuamente, sonreímos imaginando cómo sería ahora. Seguramente, moreno, como su madre. Sin duda, feliz. Cuando supe que estaba embarazada encontré mi misión en la vida: ser la madre de Uriel. Soy periodista, me encanta escribir, ayudar en lo que pueda, soy hermana, tía, hija, prima, sobrina, pareja, pero mi estado de madre me concedía una nueva dimensión. La dimensión más grande para mí. Y todavía me resulta inadmisible que no esté. Me rebelo. Miro su foto y pienso: ¿cómo puede ser que no esté?
En la vulnerabilidad de mi nuevo estado de mamá estrella (me he inventado este término para autodenominarme y denominar a todas las madres que, como yo, perdimos a nuestros bebés demasiado pronto) me cuesta muchísimo asumir que la vida es caer y volver a levantarse. Porque hay caídas que te inmovilizan en el suelo demasiado tiempo y, cuando consigues ponerte de pie, descubres que nada volverá a ser igual. Yo no volveré a ser igual.
Los primeros meses tras la muerte de Uriel me impacientaba por llenar el vacío que me produjo su ausencia. Luego entendí que nadie ni nada ocuparía su lugar y que así debía ser. Su hueco permanece intacto en mi corazón, y a veces pongo la mano cerca, como si así pudiera alcanzarlo.
He buscado a mi hijo en todas partes. En todas las libélulas que se han cruzado en mi camino, en las que colgué en el cabecero de mi dormitorio en homenaje a él *, en los ojos de sus primos, en la medalla que cuelga en mi cuello con su nombre…sin darme cuenta que Uriel está en todos esos lugares, porque vive a salvo en mí.
La muerte de un hijo no se supera jamás. Se integra, se acepta (a veces seguirás negándotelo a ti misma porque la realidad es demasiado dura), se aprende a convivir con ese dolor, que se serena. La desesperación va remitiendo, y deja paso a un amor todavía más grande, porque le estás amando aunque no le puedas abrazar, aunque su lugar en la casa esté vacío, a pesar de que nunca podrás escribir con él la carta a los Reyes Magos. Porque le estas amando aún con el alma rota. Y ese amor es inmenso. Aunque le eches de menos a todas horas.
Uriel, te fuiste, pero cómo te quedaste.
*”Se dice que el aterrizaje de una libélula cerca de nosotros es, en realidad, el alma de los seres a quienes amamos, que ya no están aquí y vienen a visitarnos”.
14 Comentarios
Aidita87
Hola Virginia, como me estremecen tus palabras, qué duro esto que nos ha tocado vivir y que cierto lo que comentas de la transformación que sufrimos. Ahora mismo quiero mandarte un gran abrazo que es una de las cosas que más necesitamos para volver a dar el siguiente paso, uno a uno y siempre con ese hueco en el corazón. Ojalá como te comenta la otra mami lleguemos a tener otro pequeño para que seamos ya no solo madres de estrella, también de arcoiris
Virginia del Río
Gracias por tu comentario y por tu abrazo. Los buenos deseos compartidos se multiplican. Ojalá seamos felices, a pesar de todo lo que nos toque vivir. Otro abrazo de vuelta.
Laura
Gracias por tus palabras, porque también ayuda a las personas que por otras circunstancias no hemos podido tener hijos y era nuestro deseo, mi caso es que siempre pensé que sería madre, siempre cuidándome y ves que pasan los años…… y la pareja no llega y económicamente es imposible por otros medioss, a la hora de cumplir los 40 años me sentí muy triste, porque veo reducida la posibilidad. Siempre me imaginaba con un bebé!! es frustrantee, ánimo!!!!! y se que no se sustituye, pero me haría inmensamente Feliz, qué pudieras tener otro hijo y verte con él Felizzzz!!!!
Virginia del Río
Gracias a ti por tus bonitas palabras y buenos deseos. La verdad es que nunca sabemos por dónde nos va a llevar la vida y a veces es por un camino muy distinto al que habíamos imaginado. Lo más importante es aprender a ser feliz con todas nuestras circunstancias. Un abrazo fuerte