Cómo me despedí de mi hijo

Uriel se marchó el día 23 de enero, nació el 24 y lo despedimos el día 16 de junio. Nunca me ha gustado la palabra despedida porque no logro encontrarle un sentido positivo, me trae nostalgia y tristeza, pero tras muchas semanas dándole vueltas decidí junto con mi psicóloga que era buena idea hacer algo bonito con sus cenizas.

 

En su momento, no me sentí capaz de ir yo a por ellas y se ocuparon mi hermano y mi cuñada, y en su casa se quedaron hasta que estuve preparada para afrontar ese momento. La frase “las cenizas de Uriel” era devastadora. Cruel. Injusta. Y me partía por la mitad cada vez que la pronunciaba. Tardé cuatro meses en sentir que podía tenerlas en casa sin volverme loca. Entonces pude pensar cómo quería despedirme de mi hijo, como parte del proceso de duelo.

 

Elegí el mes de junio porque mi sobrina Candela nacería en esa época y gran parte de la familia acudiría a Madrid. Quería darle la oportunidad a todos de despedirse de su nieto, sobrino, primo, sobrino nieto… Los meses que habían pasado desde que mi hijo se fue me permitían organizar algo bonito y pensé en una celebración, más que en un funeral. Quería hacerle un homenaje a su paso por mi vida como una experiencia que siempre llevaré en mi corazón, darle las gracias por todo lo que sentí esas 39 semanas que estuvo conmigo, brindar por su existencia, y dedicarle unas palabras de amor. Pude hacerlo como yo quería porque el tiempo que había pasado desde su partida me dio un poco de tregua. Antes no hubiera sido posible.

 

Fijé el 16 de junio a las 12 de la mañana, al azar. Era sábado y podíamos ir todos.

 

Quedamos en un lugar especial de Madrid, su ciudad, un lugar al que pudiera volver, rodeado de siemprevivas, unas florecillas que antes no conocía y que ahora sé reconocer en cualquier sitio. Compré pétalos frescos de colores para repartir entre la familia, una botella de vino para brindar por su vida dentro de la mía, le escribí una carta y elegí una canción. Me preparé para intentar mantener el espíritu de celebración dentro del dolor que me acompañaba. Hasta estrené una prenda de ropa ese día, igual que lo hago para un bautizo o una boda.

 

 

Mi sobrina Candela tenía que nacer a primeros de junio, así que elegí el día 16 a las 12 de la mañana contando que para esa fecha ella también podría venir a la despedida de su primo. Pero pasaba el tiempo y Candela no daba señales de querer asomarse a la vida, así que me planteé cambiar el día… Existía la circunstancia de mi hermana, mi cuñada y mis sobrinos mellizos viven en Canarias y si retrasaba el acto ellos ya no estarían en Madrid, así que al final, tras muchas vueltas, dejé la fecha como estaba. Esa noche me fui a la cama con mi sobrino Bruno, que tenía 7 meses. A las 5 de la mañana, recibo una llamada: era mi hermano, para contarme que se habían ido al hospital porque Candela estaba a punto de llegar y que sentían no poder acudir a la despedida, que nos fuésemos tranquilos, que seguro que el parto iba para largo porque mi cuñada era primeriza, y que él nos avisaría con cualquier cambio. Me acosté un rato más, pendiente del móvil y de Bruno, se hizo de día, nos arreglamos y nos fuimos. Y a punto de dar las 12 de la mañana, la misma hora y el mismo día que yo había fijado para despedir a Uriel, mi hermano nos mandaba un audio con el llanto de Candela…

 

Han pasado cinco meses y todavía me emociono al recordar ese momento. Me invadió una paz muy grande al pensar que, de alguna manera, dejaba ir a Uriel pero que él, en su viaje, me regalaba a su prima, como suelo decir, para que yo pudiera encontrarle cada vez que le miro a los ojos…  Quizá, en otra dimensión que no podemos ver ni entender, Uriel y Candela se dieron el relevo de la vida…

 

 

Cinco meses después, conservo en mi mente las palabras que le dedicamos.  Se formó una corriente de amor que todavía me abriga el alma. A los demás niños les podemos abrazar, pero a él sólo le podemos recordar, y su mamá mantendrá su espíritu siempre vivo.

 

“Te buscaré sin descansar, no dejaré de caminar… He llegado hasta aquí porque nunca dejé de buscarte”.

 

6 Comentarios

  • Karol Nuñez

    Hola!! A igual que tú el 2018 fue un año negro…. yo quede embarazada de mellizos (mi primer embarazo), y con toda mi ilusión de primeriza, de “nada me va a pasar””seguiré con mi vida normal” un 3 de octubre me dicen lo peor…. no hay latidos y no está un bebé….. y el 4 me realizan mi legrado……. y por azar…. mi sobrino se adelanta un mes y nace exactamente ese día. A sido el camino más duro y pesado que e transitado, pero e conocido y aprendido de muchas mamás como tú, como yo, a amar la vida y recordar a mis niños con amor, a ya no pensar en él porque… sino el para que. Un beso!

  • Lacasito

    Hola, mi nombre es Sara, soy médico y mi sueño es ser obstetra algún día. He encontrado este rinconcito por pura casualidad, y en cuanto te he leído he sentido la necesidad de escribir este comentario para darte ,de corazón, infinitas gracias. Por compartir con el mundo esto, por ayudarnos a los demás a comprender. He llorado por tu bebé, por el amor, por todo lo que transmites. Es muy importante esto que haces, esto que escribes, para muchas mujeres. Es un acto de generosidad. Gracias

    • Virginia del Río

      Hola Sara, gracias por tu comentario tan lleno de cariño. Me reconfortan tus palabras, siento que estoy siendo capaz de transformar el dolor en más amor y en algo útil. La muerte sigue siendo un tabú y más si quien se muere es un niño o un bebé, pero es parte de la vida, por muy dolorosa que sea. Te mando un abrazo grande grande. Seguro que serás una gran obstetra.

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