¿Qué decirle a una mujer que acaba de perder a su hijo?

A veces, ante la tragedia, enmudecemos. Las lágrimas de los demás nos inundan y no sabemos cómo reaccionar.

Reconocernos a nosotros mismos que no somos infalibles y que no siempre disponemos de la palabra perfecta nos puede ayudar para perder el miedo a hablar. La mayoría de las veces no tenemos en nuestra mano la solución a los problemas de los demás, pero algo podemos hacer para consolar.

 

Hace poco, una chica me preguntaba qué le podía decir a su amiga, que acababa de perder a su hijo en las mismas circunstancias que las mías. Le conté que a mí me vino bien saber que tenía gente en la que apoyar mi cabeza y mis pensamientos. Alguien que en la adversidad te diga: “es una putada y entiendo tu dolor. Estoy aquí contigo y te voy a acompañar hasta que puedas volver a caminar”.

 

Cuando Uriel se fue perdí todas mis herramientas personales para enfrentarme a la vida y hasta quedarme sola en casa me daba miedo. No sabía cómo gestionar esa sensación que me hacía vulnerable. Una parte de eso se soluciona simplemente estando acompañada un ratito, tener a una persona de confianza con quien quedar si convivir con tus propios pensamientos se te hace insoportable.

 

Una pregunta que me hacían mucho al principio es “¿cómo estás?”. Solía responder “poco a poco”, por no incomodar y porque me parecía evidente que estaba mal. Desde mi punto de vista, darle un abrazo a alguien y estar sin hacer preguntas es mucho mejor. Un café con una amiga es mil veces más útil que todos los “¿cómo estás?” del mundo. Y, si no puedes, hacerte presente a través de mensajes que transmitan que tienes una red con la que contar. Eso tranquiliza mucho. Verbalizar lo que ha pasado es necesario para llevar un duelo saludable, pero hablar de ello todo el tiempo no te permite salir del bucle. Hay que dosificar las explicaciones. No siempre quieres hablar, a veces sólo quieres distraer tu cabeza por unos instantes y aislarte de tu propia realidad, aunque esa te va a acompañar toda la vida. Lo he llamado alguna vez “vacaciones mentales”, que es cuando te das permiso para no pensar mucho y oxigenar la mente que tantos nubarrones tiene. La gente que te quiere entenderá que no quieras hablar de ello si no te lo pide el cuerpo.

 

Un hijo jamás sustituye a otro, así que comentarios tipo “eres joven, puedes tener otro” no ayudan absolutamente nada. Todo lo contrario: en ese momento, el hijo que tú quieres es el que se acaba de ir, y la posibilidad de tener otro en el futuro no resulta reconfortante para nada. Todo tiene un proceso, y hay que darle tiempo al tiempo.

 

Lo que más he echado en falta esta época ha sido sentirme entendida. Para mí resulta obvio que en unas circunstancias tan devastadoras se sufre mucho y que, a pesar de todo lo fuerte que pueda ser, el dolor convive conmigo. Pero un duelo tan incomprendido se vuelve invisible para los demás. “Porque no lo has llegado a conocer”, “mejor ahora que más adelante”, “igual es que tenía que pasar”… Personalmente no creo en una divinidad que decide por ti la vida que tienes que vivir. Tuviera que pasar o no, ha pasado, y tengo que seguir con esto lo que me quede de vida.

 

Pero un poco de optimismo y empatía pueden ayudarte a remontar el día, y eso ya es mucho. Al volver del hospital, alguien que quiero mucho me dejó un mensaje en el espejo del baño que decía: “En esta oscuridad la claridad eres tú. Todo va a mejorar, te lo prometo”. Lo conservé ahí durante meses, y leerlo varias veces al día me daba mucha fuerza.

 

Que tu hijo muera dentro a ti a punto de nacer es poco frecuente, afortunadamente, pero que te repitan que pasa muy pocas veces no te ayuda. Sentirte única en el desastre no es útil, porque tú querías sentirte de la mayoría, del común de los mortales. Con tu hijo en brazos y ojerosa. Sin dormir, con dolor en los pechos por la lactancia, con despertares nocturnos y cambio de pañales. Lejos de ayudar, a mí me llevaba todo el tiempo al mismo punto: “si pasa poco, ¿por qué me ha pasado a mí?”. Al final, mi ginecólogo me dio la clave: “porque las estadísticas se basan en personas”.

 

En resumen, pienso que si queremos ayudar a alguien que sufre lo que nunca falla es mostrarte disponible por si quiere recurrir a ti. Ofrecer tu mano y tu abrazo, sin invadir. No hacer demasiadas preguntas y darle la fortaleza de la que carece en ese momento. Al final, después del desastre, lo que más vas a recordar es a todas esas personas que supieron iluminarte el camino.

17 Comentarios

  • Míriam

    Hace dos meses mi estrella comenzó a brillar. Todo iba fenomenal hasta que en la semana 20 se torció todo: empecé a tener contracciones durante 7 días hasta que el cuello del útero desapareció. Entre todas la emociones que me dio tiempo a sentir esa semana (y que no eran más que un avance de lo que venía) estaba la rabia que sentía porque la peque estaba fenomenal, con un latido normal y todo en su sitio, pero que no podía hacer nada para detener el acortamiento.
    Después de que pasase lo inevitable tuve suerte de estar rodeada de los míos, pero en este tiempo me he hartado a escuchar “eres joven”, “igual ha sido lo mejor”…., siempre dicho con la mejor de las intenciones pero con el peor de los resultados.
    También me veo un poco forzada a tener que aparentar que estoy mejor aunque esté rota para que ese entorno que me arropó (y me arropa) también esté bien y no se pongan mal al verme derrotada.
    En pleno boom demográfico de amigos y familiares, no me siento aún preparada para estar con bebés ni embarazadas, y son varios lo que me dicen que he de normalizarlo pues es algo que no va a dejar de suceder, pero ¿ha de ser ya?
    No entiendo la urgencia de tener que estar bien y seguir adelante tan pronto como sea posible, como si fuese sencillo y posible olvidar el dolor de su ausencia.
    Gracias por tus publicaciones, me están ayudando a no sentirme tan incomprendida ya que veo que lo que siento es absolutamente normal, y eso me reconforta.

    • Virginia del Río

      Hola, bonita. Los demás son los demás y tú eres tú. ¿Qué prisa hay en tener que estar bien ya? Es una cuestión de pura supervivencia y de tiempos… Cada uno lo afronta como puede y necesita. No disimules, te harás más daño. Vive lo que el cuerpo te pida vivir sin necesidad de ocultarte si no quieres hacerlo. Ya es suficientemente duro de por sí. Un abrazo de madre a madre

  • araceli

    Estadísticas……números que están y a alguien ha de tocar. En mi 2 embarazo perdí a mi pequeño a los 4 meses ” se paró su corazón.”….nunca sabré el por qué..Tuve que escuchar que eso pasa mucho…aunque después del 3 mes la probabilidad es menor….que % tenía de perder a continuación otro bebé por diferentes causas? la vida me tenía preparada la decisión más dura y amarga. con 5 meses de mi 3 embarazo…mi pequeña tenía sólo medio corazón formado. probabilidad de vida 0%… quién era yo para quitarle y parar su vida cuando sólo quería darsela.. podía ser tan egoísta para verla nacer para morir en ese instante?…pero y suplique que me perdonase…estadisticad 1/10000…yo era ese 1..eso no me reconforta. mis dos estrellas me acompañarán siempre ..han marcado mi yo actual. Las heridas no desaparecen ..cicatrizan y las del corazón necesitan un tiempo especial. ..

    • Virginia del Río

      La verdad es que a veces la vida nos azota muy fuerte. Las estadísticas están ahí y a alguien le toca. Siento mucho lo que has pasado y te mando un abrazo enorme, Araceli.

  • Albanta

    Tengo que reconocer que me emocionan muchísimo tus palabras, mi nombre es Albanta y ahora mismo me quedan dos meses para ser especialista en Ginecología y Obstetricia. Después de casi 4 años formándome, he visto como mis compañeros han atendido a algunas mamás en esta situación, pero hace una semana me tocó a mí recibir en urgencias a una mamá en la misma situación. María estaba embarazada de Lucía, y su corazón había dejado de latir.
    Me ha gustado mucho las palabras de otra mamá que ha escrito, porque me he sentido identificada con ese momento. Cuando, la verdad, no sabía qué decirle a Maria para calmar su dolor, y en el fondo sabía que no habría nada que pudiera decirle. Sólo estar ahí, contestar a sus preguntas y hacerle saber que podía contar conmigo para lo que quisiera y que la acompañaría en todo momento.
    Inducimos el parto, y Maria, que además su parto anterior había sido por cesárea, pedía que le hiciéramos otra cesárea. Hablamos detenidamente y aceptó el intento de un parto vaginal.
    Después de una inducción bastante rápida, Maria dio a luz sin dolor con la epidural puesta, a su bebé y estuvieron los tres dos horas con ella, como así decidieron.
    Me gustaría hacer una mención también a los papás, que están al lado de sus mujeres y sufren por ellas, y sufren por la parte suya también. Nunca me olvidaré de cómo miraba Antonio a Maria en cada uno de los momentos, como la abrazaba…
    Maria se fue de alta al día siguiente, me dijo que se sentía orgullosa de haberlo podido hacer y de haber podido estar unas horas con Lucía.
    Me ha gustado mucho descubrir este blog porque me va a ayudar muchísimo en otras posibles situaciones a las que me tenga que enfrentar, y sólo decir que, aunque sea en ocasiones nuestro trabajo dar estas noticias, lo sentimos también con vosotras y en muchas ocasiones os llevamos también en nuestras mentes fuera del hospital.

    • Virginia del Río

      Hola Albanta, gracias infinitas por tu mensaje. Llegar de este modo a ti y a otros especialistas en ginecología es un privilegio porque, de ese modo, vosotros podréis poneros en nuestra piel sabiendo de antemano qué se siente cuando se pierde un hijo en esas circunstancias tan terribles. Aquí estoy si me necesitas y gracias por seguirme. Un abrazo.

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